domingo, 6 de mayo de 2012

El Fondo de Prestaciones: Pepe Mujica y el Socialismo

Recientemente Pepe Mujica, un icono de la lucha armada de los años 60-70, un valiente Tupamaro sin tacha, dio unas declaraciones a una cadena internacional de televisión, en las que pone el tema del Socialismo en el tapete con la puntería que caracteriza a los viejos combatientes. Bruno Gallo bruno_gallo@yahoo.com Mujica dice …“yo creo en el socialismo, pero no creo en estatismo”. Y a propósito de ese socialismo que interviene en todos los ámbitos y supone a los ciudadanos débiles y necesitados de la ayuda del padrecito (Stalin o) Estado, esta semana se hace semipúblico el plan clandestino del Gobierno de crear un Fondo de Prestaciones Sociales, que bajo control del Estado servirá para financiar gasto público… Lo que, siendo el Gobierno un barril sin fondo pone en peligro las prestaciones de los trabajadores, pero lo más importante es que supone a los trabajadores hermanos menores a los que se les debe cuidar y custodiar sus bienes. Precisamente, se trata de una medida profundamente estatista que conculca el patrimonio y la relación de los trabajadores con sus prestaciones y asume la intermediación tutelar del Estado. Sin entrar a discernir sobre la extraordinaria incapacidad administrativa del Estado venezolano, que no es un detalle y que ha dilapidado enormes fortunas sin control alguno y sin dejar rastro, la medida supone la confiscación de la administración de un enorme caudal de dinero, las prestaciones de todos los empleados públicos y todos los trabajadores del sector privado, implica el manejo de una suma que podría estar rondando el 25% del Producto Interno Bruto. Son frecuentes las denuncias de trabajadores públicos que abandonan sus cargos, por despido, renuncia o jubilación, y que deben esperar mucho tiempo para que sus prestaciones, constitucionalmente de exigibilidad inmediata les sean canceladas. Pero además, significa una subestimación de los trabajadores al alejarlos del control de sus propios haberes, en lugar de caminar hacia el empoderamiento y la creciente participación de los ciudadanos en el ejercicio del gobierno. De hecho Mujica en la entrevista citada dice que para él, “la construcción del socialismo supone una sociedad mucho más culta, mucho más inteligente y mucho más rica”. En otras palabras supone un ciudadano mucho más autónomo porque la suma del saber, inteligencia y disfrute de la riqueza resulta en un ciudadano más capaz de tomar decisiones sin depender del poder y del dinero del Estado. Pero parece que los proyectos a los que le ha dado fuerza el Gobierno son justamente a los que reparten mendrugos y fortalecen dependencia. Pero el Socialismo del siglo XXI insiste con el viejo camino del stalinismo de anular al ciudadano en nombre de grandilocuentes discursos que aplazan la felicidad y la prosperidad hasta que lleguemos a la construcción del Cielo en la tierra. A eso también se refiere Mujica al decir que frente a la propuesta de Chávez el preferiría “un camino mucho más lento, de construcción mucho menos espectacular, mucho más autogestionario” Pues al final, un Estado omnipresente, que lo controla todo, que todo lo vigila, que considera a los ciudadanos y a los trabajadores hermanos menores, engendra una burocracia llena de privilegios, alcabalas y triquiñuelas, que aleja al ciudadano del poder y lo torna tan explotado como en el capitalismo salvaje, pero ahora el patrono es el Estado, la plusvalía va al Estado, las prestaciones las controla el Estado… No es de extrañar que la burguesía rusa tenga su núcleo en la más dura burocracia gubernamental del régimen soviético. Mujica al respecto es claro: “soy enemigo de la burocracia, de la burocratización, la gente tiene que manejar las cosas y ser responsable y eso hay que irlo ensayando desde abajo hacia arriba”. De tal manera que controlar el Fondo de Pensiones lejos de permitir que los trabajadores “manejen las cosas” es manejarle las cosas a los trabajadores, los hermanos menores. Mujica finalmente dice: “desconfío del Estado que cuando se hace demasiado grande pueda sustituir la iniciativa de la gente”, y tiene razones para desconfiar pues allí donde el Estado subestima a los ciudadanos y los trata como hermanos menores, termina casi indefectiblemente preludiando al Big Brother orweliano, que todo lo controla, todo lo vigila y al final todo lo que no consiente lo reprime.

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