domingo, 6 de mayo de 2012

Rumores, Eladio Aponte o la enfermedad

¿Qué hace que un país recurra al rumor como modo de comunicar sus aspiraciones, deseos y expectativas? ¿Por qué opositores, cercanos al Gobierno y ciudadanos sin posiciones políticas recurren o repiten las “bolas” de origen desconocido, generalmente medias verdades o medias mentiras? Pero, sobre todo, ¿por qué el ministro de comunicaciones, y algunos otros voceros del Gobierno o el Estado, responden a un rumor en las redes sociales con un desmentido escueto y superficial en las propias redes sociales? Bruno Gallo bruno_gallo@yahoo.com ¿Cómo es que un magistrado del principal tribunal del país, denuncia cosas tan graves como la inexistencia de separación de Poderes, la total falta de autonomía del Poder Judicial, manejos corrompidos e influenciados por las más perversas fuerzas de una sociedad, denuncia narcotráfico en la Fuerza Armada… y quienes le responden, lo hacen calificando de delincuente a un ex magistrado que se confiesa delincuente, en lugar de responder a la veracidad o falsedad de sus denuncias, aportar pruebas, argumentos o por lo menos ordenar una investigación? ¿Cómo es que un hombre que durante largos años acompañó “el proceso”, de pronto es un delincuente solitario, no forma parte de una banda o la banda estaba formada sólo por él y Walid Makled, no tiene cómplices vinculados al poder y su única pifia fue firmarle un carnet al turco? ¿Qué hace que la enfermedad del primer mandatario se convierta en el tema principal de tirios y troyanos, que se aplacen decisiones y medidas gubernamentales, que se silencien los voceros del Gobierno y que se sienta un vacio importante en el mundo político en general? ¿Por qué surgen rumores de “golpe” o “conmoción social” en caso de que al Presidente le “suceda algo”, si la enfermedad del presidente tiene un “desenlace fatal”, por qué la consigna “Con Chávez Todo, sin Chávez Plomo”, que repiten algunos colectivos? Los rumores, Aponte Aponte, la enfermedad del Presidente y hasta el comportamiento de los motorizados en el tráfico de nuestras grandes ciudades tienen la misma explicación. Una cierta anomia se apoderó de las calles, de los espacios públicos. Se ha perdido la importancia de un mínimo de normas sociales universalmente validas que nos permitan convivir en paz, respetando el derecho ajeno. Aún peor, durante muchos años se ha instaurado la idea de que la Constitución y las Leyes son aplicables a unos y a otros no. Se exige su cumplimiento en unos casos y se antoja prescindible en otros. Lo que significa que la institucionalidad que la Carta Magna y las Leyes prevén es un comodín. Todo el peso de la Ley a la jueza Afiuni, toda la impunidad a los panas que pueden dejar que sus contenedores con drogas “duerman” seguros en una instalación militar (Aponte dixit) Siendo la muerte un hecho casi tan natural como un nacimiento y ojo, tal como reza un decir popular, no se requiere estar enfermo, para morir solo se requiere estar vivo, por eso la Constitución y las Leyes prevén las ausencias temporales y absolutas de un mandatario municipal, regional o nacional, para que la institucionalidad no sufra los sobresaltos y transiciones accidentadas típicas de las sociedades pobremente constituidas e institucionalmente débiles. No cabe la posibilidad de suspender elecciones, crear caos, sabotear gobiernos regionales en ausencia del jefe de Estado. La Constitución es clarísima, las elecciones están convocadas, hay formas de sustituir candidatos. Pero he allí el problema, durante más de una década un grupo de vetustas y acomodaticias consignas: el proceso, la revolución, el socialismo o la voluntad del líder, han ido sustituyendo paulatinamente el Imperio de la Ley. De allí que en lugar de política comunicacional del Estado tengamos rumores y programas gobierneros en los que un locutor, no periodista, se permite decir hijo de puta a un conocido editor pero ningún juez se atreva a meterlo en cintura aplicando la Ley. Por eso, Aponte Aponte se encumbró a punta de obediencia, siguiendo ordenes de las alturas del poder, metiendo preso a opositores molestos y haciendo favores. Un hombre que debía aplicar y vigilar el estricto cumplimiento de la Constitución y las leyes, terminó siendo un experto haciendo la dura lex maleable cual plastilina y torciendo la justicia. Con lo cual se caricaturiza el “Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia” previsto en la Constitución. El Caso Aponte Aponte puede ser una maldición, si continúa la impunidad, o un punto de inflexión que nos permita iniciar la rectificación. Una sociedad tribal, de pastores, recolectores o cazadores puede arreglárselas con un liderazgo fuerte y justo. Pero un país con millones de personas, intereses contrapuestos, proyectos antagónicos no puede prescindir de Leyes que sean válidas y aplicables a todos los ciudadanos desde el más rico al más humilde, desde el sacerdote a las meretrices, desde el poderoso al indigente, no importa el color de la vestimenta ni que poder lo ampare, la única manera de mantener este país fuera del caos es la aplicación universal de la Constitución y las leyes. Frente a cada coyuntura aparecen los atajos con apariencia seductora, sobre todo si se presentan en la voz retumbante del mesianismo. Lo que debe estar claro es que cada atajo nos acerca más al abismo de la anomia y el caos. Frente a cada coyuntura, sobre todo las más dolorosas, hay un solo camino. El camino es en la Constitución.

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