domingo, 6 de mayo de 2012

¿Qué hicimos? o ¿qué no hicimos?

Hace dos semanas el Sr. Edgard Jaimes envió un correo comentando mi artículo de esa semana. En él pregunta sobre lo que hemos hecho para tener el país que tenemos. La verdad es que la pregunta me parece interesante por dos razones. Bruno Gallo bruno_gallo@yahoo.com La primera es que usa la primera persona del plural (hemos)… No se escuda tras el impersonal ellos, tercera persona del plural, para tratar de explicar como otros: los gobiernos, los políticos, los corruptos, los empresarios, los especuladores, etc., destruyeron este hermoso y rico país. La segunda razón es que no hay forma de componer el país, si no aceptamos que vamos por mal camino y reflexionamos seriamente sobre eso. Y aquí quisiera detenerme un momento. Si creemos que todo cuanto nos pasa, y nos pasa desde hace años, es el resultado de una conspiración del contrincante o de algún otro actor de la vida nacional, entonces estamos condenados a revolcarnos en el chiquero de nuestros desaciertos. Si pensamos que la inflación es culpa de los especuladores, la corrupción de los delincuentes con poder político, la delincuencia del capitalismo, la crisis eléctrica de la falta de lluvia o de las iguanas, la crisis del agua del recalentamiento global… etc, etc, etc. De esta manera estamos haciendo lo necesario para repetir incesantemente los mismos errores. En esta visión del mundo toda crítica es conspiración y toda conspiración debe ser reprimida o al menos respondida con firmeza. Ojo, este no es un esquema nuevo, no lo inventaron quienes están en el poder hoy. Ya en el pasado se había usado. Regresando al tema planteado por el Sr. Jaimes, qué fue lo que hicimos para tener un país en el que la calidad de vida de los ciudadanos, parece en franco retroceso desde hace varias décadas, a pesar de un ingreso petrolero que envidiarían muchos países. La verdad es que hemos hecho muchas cosas para que el país se encuentre en las condiciones actuales. Pero sobre todo, hay algo que NO hicimos. Los países que han logrado un cierto éxito, y no lo medimos en frías estadísticas, sino en la calidad de vida de sus ciudadanos, hicieron algo que nosotros no. Desarrollaron, más allá de las confrontaciones entre oponentes, una visión compartida, un proyecto de país, políticas de Estado. Llamémoslo como sea, pero trascendieron la coyuntura, las visiones parciales y se fijaron metas y derroteros claros como Nación. En un país con Proyecto ocurren cosas deseables para todos: Los ciudadanos, empresarios, organizaciones políticas y ciudadanas, de un país con proyecto, saben hacia donde va el país, conocen sus potenciales económicos y sus aspiraciones sociales, saben que hay cosas que no cambiarán si cambia quien gerencia o quien gobierna. Hay reglas claras y universalmente válidas. Todos saben a qué atenerse en ámbitos que no se mueven al vaivén de la creatividad de un hombre, de la ideología del partido o de los intereses de la tribu. El sistema de justicia es imparcial, confiable, “justo”, la gente sabe que allí pueden dirimir diferencias sin que la balanza se incline a favor de quien tenga más dinero o influencias políticas. Con los países vecinos y aliados se tiene relaciones respetuosas y basadas en visiones de largo alcance, no basadas en la simpatía que se siente por quienes los dirigen coyunturalmente. Importa la comunidad de intereses, no la comunión ideológica. Los presupuestos se diseñan con base a metas y no a la improvisación, se acude a endeudamiento público con responsabilidad premeditada y no como si le pidieras unas monedas al compadre para completar para la cerveza. Los funcionarios al servicio del Estado están allí por sus capacidades y cualidades técnicas, por su currículo y no por la credencial del partido y mucho menos por su capacidad para templar testículos, aplaudir a un jefe o gritar la consigna de turno. Un Proyecto de País no puede ser el resultado de la visión de una parcialidad que se le impone a otras y las derrota hasta aniquilarlas. Un Proyecto de País es el resultado del reconocimiento de la existencia del otro, de intereses nacionales superiores a las visiones parciales. Una Visión Compartida, el resultado de un diálogo en el que se reconozcan las diferencias pero se fijen unas pocas Políticas de Estado en las que todos los sectores del país se comprometan: superación de la pobreza, inseguridad, estabilización macroeconómica, inflación y política petrolera, profesionalización del Estado y la carrera administrativa, reforma del sistema judicial hasta hacerlo imparcial y confiable. Si el país pudiera llegar a un acuerdo en ese puñado de temas se abriría para los ciudadanos un Futuro verdaderamente prometedor. Pero eso requiere actores políticos y sociales capaces de escucharse, de respetarse y de trascenderse a ellos mismos. Más que cambiar a un hombre en el poder, más que cambiar al partido en el poder, el reto es cambiar esta visión en el poder, que lamentablemente es anterior a quienes nos gobiernan hoy y parece presente en otras visiones y otras organizaciones políticas. Esta visión puede parecer ingenua, pero no hay forma de convertirnos en una Nación con un destino prometedor sin pasar por esta “ingenuidad”. Desde esta perspectiva, con actores que dialogan y abren grandes espacios de diálogo, las próximas elecciones no serán la batalla final. El próximo 7 de octubre dos visiones de país se confrontan. La que pueda interpretar mejor los sueños y aspiraciones del otro bando, no sé si tenga más oportunidades de ganar, pero tiene más oportunidades de hacer las cosas mejor. Si una de las dos visiones se impone liquidando a la otra, entonces… todos habremos perdido.

1 comentario:

  1. Hermano - Muchas veces no sabemos interpretar lo que leemos pero este escrito no tiene ningun desperdicio mas real no puede ser honestamente gracias

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